domingo, 9 de marzo de 2008

UN CLUB...

Siempre se dijo que “la historia la escriben los que ganan” y que existe otra historia, más sencilla, menos heroica, que tiene que ver con los hechos de todos los días, con las ilusiones y esperanzas de cambiar alga para mejor. De darle cuerda al sueño que alguna vez tuvimos y que nos hace sentir una irrefrenable ansia de cumplirlo.
Eso fueron los cientos de clubes que nacieron a finales del siglo XIX, a principios del siglo XX o inclusive más cerca de nuestro tiempo. Eso fueron las miles de manos que se levantaron para imaginar nombres y apodos, para construir canchas y generar amistades y enemigos para siempre. Así crecieron y navegaron barriadas enteras al amparo de la suerte o de que la pelota entrara en el arco contrario, alrededor de clubes que las identifican desde hace más de un siglo.
Estas palabras pretenden rescatar el origen de un club que hizo y hace grande a ese sentimiento que se llama amistad. Procura resaltar el nacimiento, camisetas, apodo y cosas vividas.
¿Es más fuerte el amor por una camiseta que por una pareja, una religión o una ideología? El amor a un club llega de pequeño, por gravitación familiar, de los amigos o de la zona donde uno vive. Difícil, casi imposible, era conseguir años atrás que los muchachos de un barrio se hicieran de un club lejano. Había más identificación barrial, menos movilidad social y, sobre todo, menos búsqueda del triunfo como único espejo posible. Esas identificaciones fueron destruidas.
La influencia de los medios masivos de comunicación, los éxitos deportivos originados en un poderío económico que se ha ido ampliando con los años, una distribución económica que premia al poderoso y a quien recibe un mayor favor del público, todo eso ha edificado un fútbol desigual, con dos entidades que largamente exceden al resto. Más allá del esfuerzo, la seriedad y el profesionalismo de otras instituciones que compiten deportivamente, pero que no pueden pelear el reparto del dinero ni el favor de los medios.
Hoy, resulta muy difícil que la juventud apunte a fortalecerse en el club de su barrio o de su entorno. Es inmensamente sencillo, y hasta ahorra sufrimientos, hacerse hincha del más grande, porque así puedo ganar, trascender y cargar a los demás. Me siento superior porque mi club es grande. Comparto amores con innumerable cantidad de personas que no tienen nada que ver conmigo, pero tenemos el mismo amor por esos colores.
Lástima grande que se haya perdido parte de esa sensibilidad especial que lo hacía diferente, con una decena de clubes que tenían la ambición y chances de ser mejores, campeonar y pelear mano a mano contra todos. Hoy, la torta se expandió pero el éxito les llega a muy pocos.

Continuará...

1 comentario:

Anónimo dijo...

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